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Este fin de semana fuí de excursión con Zumito a una de las muchas gargantas que alimentan el cauce del río Jerte. De ésta en concreto, la garganta de las nogaledas, no había oído hablar nunca y la verdad es que me sorprendió mucho y para bien. Este paso de agua discurre junto a Navaconcejo y llegaremos a él atravesando el pueblo y cruzando el río Jerte hasta un merendero, donde encontraremos la señalización para recorrerlo.
El sendero es estrecho y empinado, pues sube por la sierra, pero hay partes con barandilla y escalones fabricados con rocas y madera en las partes más difíciles para el caminante poco acostumbrado a esas cuestas. De todas formas no hay que preocuparse, puesto que hay muchos remansos donde el agua forma preciosas saltos de agua y que nos permitirán descansar observando el paisaje que se descubre a medida que ascendemos.
El camino por la montaña hace una pausa cuando llegamos a una carretera secundaria, y ahí podemos seguir hacia arriba para ver el nacimiento de la garganta (ya muy pequeña a esas alturas) o seguir por la carretera y bajar de nuevo a Navaconcejo a través de las parcelas aterrazadas llenas de cerezos. Nosotros tuvimos suerte ya que algunos estaban ya comenzando a florecer, con lo que sacamos unas cuantas fotos de sus florecillas.
En resumen, una ruta relativamente sencilla y corta que se realiza en una tarde yendo con mucha calma y con la que seguro disfrutaréis de uno de esos rincones que Extremadura ofrece para disfrutar de la Naturaleza.

Podéis ver más fotos de este lugar en mi álbum de Picasa.

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Ayer fuimos de visita al Museo de la Ciencia de Alcobendas, conocido también como Cosmocaixa. Es muy curioso, ya que fué el primer museo en condiciones que visité, allá cuando estaba en 8º de EGB, en una actividad que nos permitió pasar la noche en el museo y tener actividades nocturnas. En aquella época, aunque tenía muchas de las actividades y experimentos con los que cuenta actualmente, tenía una distribución muy distinta. Aún así, casi 20 años después, tenía bastantes ganas de ver qué tenía de nuevo y disfrutar de lo que había visto ya.
Lo primero que encontramos fue un péndulo grande que iba girando y tirando cilindros de metal poco a poco, al lado de la entrada, muy curioso, y en el exterior una bola de granito de dos toneladas que era movida por una corriente de agua que pasaba por debajo. Para mi sorpresa, había una exposición de ¡dinosaurios! con fósiles auténticos encontrados en el desierto de Gobi, muy interesante sobretodo para alguien como yo, que tuve una época muy fuerte con ellos cuando era ñaja. Y aunque los dinosaurios mongoles no son de los grandes (protoceratops, gallimimus, oviraptor, etc), el tarbosaurus impresiona, ¡que vivan los terópodos! Y no pensaba que los gallimimus fuesen tan grandes, aún después de haberlos visto en Parque Jurásico.
Lo siguiente fueron exposiciones sobre el clima y sus cambios, una sobre la evolución de la vida en la tierra con fósiles de todo tipo y modelos de los homínidos más significativos, y después la parte de los experimentos físicos, la más chula para los críos a mi modo de ver, ya que prácticamente todo se puede tocar porque cada explicación va acompañada de un experimento práctico que tú mismo puedes hacer. Allí pudimos comprobar dos cosas:
  1. Los críos de hoy en día no saben lo que significan las vallas y demás obstáculos cuyo objetivo es que no se toquen ciertas cosas. Había un péndulo errático sobre el que se subían las pequeñas bestias a pesar de las advertencias de los empleados. ¿Padres?¿Qué es eso?
  2. Los padres tienen nulo interés en los museos que visitan con sus hijos. La prueba nos la dió un chaval, que al observar un fluído férrico y sus propiedades mientras lo manipulábamos, le preguntó a su padre, “¿qué es eso, qué es eso, papá?”; a lo que su progenitor, en un alarde de interés, respondió, “energía, hijo, eso es energía”, y se dió la vuelta tan pancho.
Decir tiene que algunos de los monstruitos pertenecían a una señora que es la protagonista de la siguiente parte de la visita, puesto que teníamos entrada para el planetario y se sentó a mi lado. Pensábamo que iban a ponernos una película del Universo (por eso de que fuera un planetario y tal), pero en lugar de eso proyectaron un interesante minidocumental sobre los 5 reinos de seres vivos vistos a través del microscopio electrónico de barrido, con modelos 3D que nos permitían navegar entre colonias de bacterias y bosques de esporas fúngicas mientras nos explicaban las características e importancia de cada uno de ellos, todo bien explicado y muy educativo. Nuestra señora madre de niños enredas se tiró toda la película hablando supuestamente para explicarle a sus hijos lo que era lo que veían, en lugar de escuchar a la señora que hablaba y lo explicaba. Esto es normal hasta cierto punto, puesto que los críos son curiosos y lo preguntan todo. Lo que ya no es tan normal es que después de la proyección se acerque al responsable de la cabina y le diga que “la película no le parece adecuada para niños“. Señora, que usted no se haya enterado no implica que los niños también, si hubiera escuchado, quizás (sólo quizás) su opinión fuese distinta.

 

Toda una experiencia, volver a disfrutar de la física, fuera del papel, con ejemplos reales con los que lo entiendes todo. Una visita muy recomendable tanto para la mente como para el bolsillo. Y si alguno lleva críos, prestadles un poco de interés; seguro que aprendéis algo.
PD: Un péndulo errático es un péndulo que en su extremo tiene un imán. Se encuentra rodeado por más imanes (en este caso 3); al soltar el péndulo, las fuerzas de repulsión entre los imanes hacen que éste no tenga una trayectoria irregular que lo lanza de forma errática en cualquier dirección.
PPD: Un fluído férrico es un fluído que tiene la propiedad de solidificarse al ser expuesto a un campo magnético (imán).

El día amaneció despejado, apetecía mucho ir a nuestra última visita, Asakusa, que es la parte más tradicional de Tokyo, con un templo y una pagoda muy chulos; también es el sitio por excelencia para coger regalitos para la familia cuando uno va a la capital. Lo que en la habitación parecía despejado, resultó ser un sol de justicia y un calor que llegaba a ser un poco agobiante si le sumamos los cienes y cienes de personas guiris y no guiris que había visitando el templo (normal, era sábado). La calle que va hacia el templo está decorada y abarrotada de puestos de souvenires en los que te puedes encontrar de todo, desde furin (campanillas de cristal o metal que suenan con el viento), máscaras de noh, kimonos, straps, espadas…..la lista es interminable; yo de buena gana me hubiera llevado una máscara de tengu (hombre cuervo de la mitología japonesa).

Al acercarte los puestos de regalos dejaban paso, cómo no, a los de comida, con pinchos varios (pollo, calamares), okonomiyakis no tan buenos como los de Osaka, chocobananas y mil cosas más.


Como hemos tenido esta suerte tan maja y tan guay en el viaje, en lugar del templo, nos encontramos una lona enorme que lo cubría porque estaban reparando el tejado y las obras durarían hasta noviembre de 2010, pero nos dió igual, dimos un paseo por los jardines que había al lado y entramos a echar un vistazo al templo, aunque estaba petado de turistas haciendo fotos con flash y japoneses que iban a rezar o a intentarlo.


Como el hambre azuzaba, nos volvimos a Akiba, no sin antes hacerle una foto al “edificio de la caca”, que realmente es de la marca de cerveza Asahi, pero todo el mundo lo llama así:

A comer fuimos al sitio donde nos cenamos esa semana el plato combinado con hamburguesaca, al lado del McDonalds, porque Iker nos había dicho que el katsudon que hacían estaba muy bueno. Y tenía razón, menudo plataco.

Unos amigos acababan de llegar a Tokyo después de estar una semana viendo Kyoto, y les fuimos a recoger al metro para enseñarle tiendecillas y de paso hacer las últimas compras. Ellos lo fliparon y los dejamos sueltos unas horas para que disfrutaran hasta la cena, mientras curioseabamos en tiendas de videojuegos y figuras. Una lástima que ya no hubiera dinero. Antes de la última cena, tocaba hacer tetris con las maletas, y por poco no nos cabe todo, pero preferimos ir holgados (si, por todos los dioses, o mi espalda moriría con los 6 Kg de la mochila) y comprar una maletita para el equipaje de mano.
Después de POR FIN terminar las compras fuimos todos juntos a cenar a una tasca japonesa en la que nos comimos un sashimi de atún que se deshacía en la boca y unos platos de ternera con salsa también buenísimos. Y de postre, un crepe del Crazy Crep de al lado de Don Quijote, de chocolate y almendras, ¡cómo los voy a echar de menos!

Es curioso cómo pasa el tiempo dentro de un avión en un vuelo transcontinental, pero eso es una historia que leeréis dentro de dos entradas. Ahora os contaré el día tranqui que tuvimos por puro cansancio, tanta tralla termina pasando factura a pesar del Lipovitan (bebida que sabe a jarabe con 1000mg de taurina, mano de santo contra el jet lag y el cansancio). Nos levantamos a las mil y nos fuimos con Iker y Goiuri a visitar la “zona chunga” de Akiba. La llaman así porque no son las calles principales y así como en España te encuentras en las fruterías las cosas metidas en cajas a la puerta de las tiendas, aquí ocurre lo mismo pero con tarjetas gráficas, teclados y casi cualquier componente electrónico e informático. Además, las tiendas están como escondidas, cada portal puede tener 3 tiendas y no darte cuenta de que existen si no es por un pequeño cartel a un lado, todo un mundo. Y no sólo de componentes, también videojuegos y figuras, todo mezclado en tienduchas con cosas interesantes. Por 100 yennis me pillé un cargador USB para el móvil muy majo para países donde los enchufes son distintos.

Después de patear, ya entraba hambre, así que fuimos a un sitio a comer un ramen, que aún no lo había probado y después de tantos paquetes precocinados me apetecía probar el normal. Zumito y yo pedimos uno de wakame (un tipo de alga) y huevo, muy rico, pero realmente no es un gran plato. No creo que pudiera vivir a base de ramen, pero de katsudon sí; supongo que es cuestión de gustos. Lo acompañamos de unas gyoza que estaban muy buenas y además eran baratitas, todo un descubrimiento(os juro que en la foto había 5).


Para bajar la comida, nada mejor que ir al Don Quijote a curiosear y mirar las recreativas bemani (musicales), y con la comida ya bien asentada y sin sueño siestero, a Shibuya a acompañar a Iker, que tenía cd’s de un colega para repartir gratis a la gente más molona del lugar, y disfrutando del bullicio y las pantallacas con sonido y una definición de la leche. Así se nos hizo la hora de irnos, pues habíamos quedado con Razi y Nana para salir por Kabukichô e ir a un karaoke. La zona de Shinjuku, como la vez anterior, estaba petada, puede que incluso más, parecía haber alguna especie de evento musical o alguna cosa así, porque había gente con cartelitos y grupitos por todas partes, al igual que en Shibuya.

Nana se trajo a su novio Masa, un chico muy majo, pero como él no sabía ni papa de español y yo no sabía ni papa de japonés, no pudimos hablar mucho. El karaoke fue genial, una sala privada y barra libre de bebidas sin alcohol, contratas X tiempo y cuando te quedan 10 minutos te avisan para que vayas recogiendo. Al principio Zumito y yo estábamos tímidos, pero eso fue hasta que cantamos la primera canción. La lástima es que las canciones en japonés tenían el karaoke en hiragana, y era muy difícil de seguir; me he prometido que para la próxima vez me aprenderé alguna canción y mejoraré el hiragana.

Salimos contentillos y deshuevados de risa del karaoke, y como buenos japos, había que hacerse purikuras, como la otra vez fue muy divertido, ya las enseñaré, pero estas tenían menos filtros y no parecíamos sacados de una prueba de maquillaje.

Al salir un grupo de italianos nos pidió que les sacáramos una foto de grupo, y cuando les pedí que nos hicieran una foto a nosotros, el resultado fue este:

No sé qué carajo entendieron, pero no me importó mucho, eran majos y estuvimos hablando un ratillo de buen rollo. Y a todo esto eran las 12, la hora de recogerse si no quieres quedarte hasta las 7 que vuelve a haber metro, así que tras la amarga despedida (snif snif), nos fuimos a mimir.

Para nuestra sorpresa, el día apareció estupendo, con un solazo muy majo, así que no hubo que preocuparse por la excursión que queríamos hacer y nos fuimos al parque Disney, que está un poco a tomar por el culo. Pero antes, el desayuno friki por excelencia, una caracola de chocolate y un Van Houten Cocoa, como Konata:

Aquí un mapa del parquecillo:

Y aquí la tenéis en grande

El parque está junto al Disneyland normal, y tiene más ambientación en plan películas, tipo Port Aventura pero en plan guay: costa mediterránea, selva azteca, Nueva York, etc. Nada más llegar nos encontramos con el Spring Carnival, un número musical sobre la primavera, muy chulo, lástima la gente que había delante.

Recorriendo el puerto mediterráneo llegamos a la Isla Misteriosa, donde nos montamos en una atracción de Viaje al Centro de la Tierra bastante chula, con caída al final donde descubrí que podía gritar. Había un río en medio donde podíamos ver el Nautilus y la entrada a una atracción de 20.000 Leguas de Viaje Submarino, así que para allá nos fuimos, era más tranqui, pero la sensación de estar debajo del agua estaba lograda.

Después de admirar el volcán que había en la zona un rato más nos fuimos al Mermaid Lagoon, ambientación de La Sirenita muy lograda, donde un muy bien caracterizado y yanki Príncipe Eric secuestró a Goiuri para huir de un grupo de japonesas hiperhormonada. Descubrimos que Eric era un fresco, Goiuri le dijo que su novio podía estar celoso y contestò que seguro que no, él estaba casado y no había problema, juas. Eso sí, el momento en que se la llevó del brazo delante de las japas, y las caras de odio/asombro de éstas, fue memorable. Lo siguiente fue ver un espectáculo sobre la película con una puesta en escena y unas marionetas acojonantes, impresionante.

De ahí pasamos al Lost River Delta, donde el resto se montó en una montaña rusa que a mi me echó para atrás al ver el letrero que decía que tenía un loop de 360º. Da igual que dijeran que era una mierda, el criterio de alguien que monta en el Dragon Khan deja de ser objetivo para mí. Comimos por la zona unos filetillos de pollo con arroz y ensalada por los que nos sangraron bastante, poco abundante, pero al menos estaba rico:

Y después tocaba Agrabah y el puerto árabe, con cosillas de Aladdin. Fuimos a otra atracción/espectáculo con magia y animación 3D que no estaba mal, y si nos hubiéramos dado cuenta que había aparatitos para traducir si querías, hubiera estado mejor; menos mal que se podía entender bastante bien.

Después regresamos al Lost River Delta, se nos había pasado una atracción de Indiana Jones, estuvo chula, pero no pude disfrutarla porque estaba pendiente de si había alguna caída, e incluso me mareé. La siguiente zona a visitar era Port Discovery, un lugar en plan retrofuturista con submarinos y un muelle. Los demás se fueron a lo que parecía otra montaña rusa mientras yo me quedaba experimentando con la reflex de Zumito; al final resultó ser un simulador a puerta cerrada sobre el interior de una tormente y salieron mojados, jejeje.

Seguimos nuestro camino y entramos en el American Waterfront, con una réplica muy chula del SS Columbia. El resto de la zona era una recreación del Nueva York de los años 20, con coches y edificios de época muy chulos.

En esa misma zona fue donde me robaron la garganta, gracias a la casa del terror del lugar. Yo, como iba flipando con todo, no me fijé en que la azafata decía muchas veces “erebetaa”, o elevator(ascensor), así que cuando subimos a la altura de 5 pisos y nos dejaron caer me cagué. Descubrí que puedo gritar como una auténtica nena, sólo necesito dos caídas libres, madre mía! Salí que me temblaban las piernas, pero la experiencia estuvo bien, eso sí, no quise repetir.

Como había un espectáculo de luz y fuegos artificiales a partir de las 8, volvimos a la zona de la Sirenita a hacer tiempo, y descubrimos un laberinto con localizaciones de la peli muy chulo.

El espectáculo de luz era en el lago del puerto mediterráneo, y consistía en chorros de agua y una especie de pájaro de fuego mecánico que lanzaba bolas de fuego por las alas, me encantó; los fuegos artificiales fueron normalillos, pero aún así fueron bonitos.

Después de eso nos largamos pitando antes de que cerraran el parque y el tren se petara de gente, pero antes, una paradita para cenar en un sitio donde hacían unas hamburguesas que no estaban mal:

¿Os acordáis que ayer hizo un buen día? Pues para compensarlo, hoy tuvimos un tiempo de perros, con lluvia cada dos por tres, vientaco y de perros completamente. Pero el plan hay que seguirlo, así que volvimos a ser valientes y nos fuimos a Odaiba, una isla artificial en la que hay mogollón de edificios de oficinas entre otras cosas. No, no vimos a ningún Niño Elegido ni ningún Digimon, ojalá. La isla está unida al continente por el Rainbow Bridge y tiene una réplica de la Estatua de la Libertad pequeñita en uno de los paseos que hay a lo largo de la orilla.

Los estudios de Fuji TV también son famosos, sobre todo por el mirador en forma de bola que hay en la parte de arriba y la exposición sobre los programas que emiten que tienen casi siempre, con vistas a los estudios.
Antes de comer nos fuimos al Toyota City Showcase, una especie de edificio de exhibición de la marca donde te mostraban nuevos modelos, modelos tuneados a lo kawaii, distintos coches de carreras y simuladores de carreras y de conducción, muy recomendable si os gustan los coches:

La comida fue de McDonalds, una Teriyaki con huevo o Teritama como dicen ellos y una hamburguesa de gambas para Zumi, me gusta más la de gambas, muy rica.

Lo siguiente que tocaba era ir a la tienda Ghibli de al lado, donde tenían un Gatobús de peluche con el que no pude evitar hacer esto:

Al final no me atreví a entrar en el Sega Joypolis, un edificio con mogollón de simuladores y maquinitas de los ganchos, me mareo con facilidad y en un simulador de la Toyota City había salido algo revuelta, así que nos volvimos para Akiba a curiosear en el Book Off, donde me pillé el artbook de Nausicäa y de RG Veda a bastante buen precio, de segunda mano y buen estado. ¿Os he dicho lo que me molan estas tiendas?

Para cenar habíamos quedado con Iker y Goiuri para ir al Akiba Kare, un sitio donde daban kebab y cosas así y donde nos pedimos unas tortas de pan rellenas de queso y carne y queso, aparte de un pan de ajo que no fuimos capaces de terminar.

Y llenísimos como estábamos, para variar, nos fuimos a morir al hotel, que al día siguiente, si el tiempo nos acompañaba, nos tocaba ir al Disney Sea.

PD: HE HA DICHO GENTE QUE NO ENTIENDE LAS COSAS QUE EXPLICO EN EL BLOG, AUNQUE INTENTO ACLARAR LO QUE CREO QUE NO PUEDE ENTENDER MI FAMILIA Y DEMÁS GENTE NO PUESTA EN LA JERGA DE ESTAS COSAS. ES COMPRENSIBLE YA QUE ESCRIBO LAS ENTRADAS DE MADRUGADA, HECHA POLVO Y CON UN POCO DE PRISA POR ACOSTARME, PERO DE TODAS MANERAS, SI TENÉIS DUDAS, DEJAD UN COMENTARIO, QUE NO CUESTA DINERO NI MUERDO (TODAVIA).

Primer día con algo de sol desde que llegamos a Tokyo y nos siguió la nube de oscuridad de Kyoto, así que aprovechamos y nos dimos una vuelta por el mercado de Okachimachi con Iker y Goiuri, un lugar muy animado y concurrido, en especial la parte de pescadería, con los tenderos anunciando sus productos y la gente curioseando, japos y gaijines.

En un sitio de recreativas, Iker hizo su magia y pilló dos réplicas de recreativas en los Ufo Catchers (maquinitas de los ganchos) por un precio muy bueno, y le sobró un crédito al chulo! Fuimos a comer cerca del hotel a un restaurante de soba que tenía muy buena pinta y que sabían a gloria, Zumi y yo pedimos lo mismo, un menú de soba riquísimo:

Por la tarde, tranquilamente, fuimos dando un paseo hasta el parque de Ueno, que está cerca de donde nos hospedamos, con todos sus cerezos completamente florecidos y gente en sus lonas disfrutando del hanami. Aquí pudimos ver grupos de empleados, con sus trajes y corbatas, reunidos de picnic, algo que aunque es bastante típico no habíamos observado (vale, si, en Yoyogi era domingo, lo se). Hacía un poco de aire y las ráfagas arrancaban pétalos de cerezo, dando la impresión de que llovían pétalos y dando una estampa preciosa.

Caminando se nos hizo de noche y como hacía tan buen día fuimos a probar suerte again a Roppongi, con tan mala suerte que estaba cerrado el mirador de la azotea, suponemos que porque había tráfico aéreo (hay un helipuerto junto al mirador). Así que mientras esperábamos a nuestros amigos, que se habían ido a ver unos jardines a otra parte del complejo de la torre Mori nos sentamos a tomar un Matcha Latte y un Matcha Frapuccino al Starbucks.

Había otro mirador, pero en la planta 52 y cubierto, y no molaba tanto, pero igualmente subimos. Las vistas de la ciudad eran alucinantes, y teníamos unos planos de la torre de Tokyo muy chulos, así que nos hartamos a hacer fotos:

La cena, ya de vuelta en Akiba, fue un menú consistente en una hamburguesa con ensalada, bol de arroz, ensaladilla rusa y sopa de miso, todo riquísimo

Y como siempre que cenamos en Akihabara, nos dimos una vuelta por el Don Quijote para coger el desayuno del día siguiente y mirar los recreativos y las tiendas, y nos largamos al hotel.

El lunes perro y lluvioso seguimos adelante con el planning y nos fuimos a Mitaka a una de las cosas que más ganas tenía de ver: el Museo Ghibli. El Estudio Ghibli es un estudio de animación con prestigio a nivel mundial, y su principal figura es Hayao Miyazaki, un auténtico mago de los sueños autor de películas como Mi Vecino Totoro, El Viaje de Chihiro o La Princesa Mononoke.

Lo primero que sorprende al llegar es el Totoro prácticamente a tamaño real que hay en la taquilla, te dan ganas de pedirle la entrada, jejeje. La entrada del museo, que nosotros canjeamos por las cutres sacadas en un conbini, son 3 fotogramas de una película, a nosotros nos tocaron de Totoro y Chihiro, y aunque no eran escenas clave ni nada, molaban un montón.

Y qué decir del museo? No sabría por donde empezar. La parte de abajo está llena de dioramas y animaciones mediante dibujos en serie iluminados con luz estroboscópica; en especial me gustó uno grande con figuritas con varios personajes de sus películas más conocidas. Tambien hay una sala de proyecciones en la que ponen cortos que sólo pueden verse allí; a nosotros nos tocó uno nuevo que habían hecho, sobre una niña que se va de excursión que tenía una narrativa muy peculiar, muda y con las onomatopeyas pintadas que se movían y llegaban a empujar a la niña, muy chulo.

La segunda planta mostraba el proceso de creación de una película: desde las fotos en las que basarse para hacer los diseños, bocetos, coloreado, entintado, fotolitos, etc. Las paredes estaban llenas de diseños de las pelis, había storyboards completos de algunas para ojear y pequeñas pantallas con manivelas para ver las animaciones con las hojas. Todo en un par de habitaciones abarrotadas de objetos que podrían haber sido una referencia para un diseño, calefactores, reproducciones de comida y bebida, etc., hasta vimos una botella de vino de Rioja! En el mismo piso, pero en otra sala había una exposición temporal sobre Ponyo en el Acantilado, que mostraba el proceso de animación de toda la película, pequeños vídeos sobre cómo habían hecho determinados efectos (muy currados, me quedé boquiabierta), libros y cajas con manivela para ver la animación de algunas escenas….en fin, una burrada de cosas. Mira que no me levanta pasiones la película, pero la exposición me hizo apreciar al menos el esfuerzo y el mimo que le han dedicado. Como curiosidad, tenían las más de 700.000 hojas sobre las que se hacen los fotolitos que componen la película, en mitad de la habitación, un montón enorme, jejeje, y un par de estatuas de Ponyo chulas.

Más arriba había una habitación con un Gatobús enorme de peluche para que jugaran los niños (¡¿por qué tengo que ser mayor, POR QUÉ?!) y la tienda, donde babeé todo lo que fui capaz con las chorradillas y las no tan chorradillas, como las reproducciones del avión de Porco Rosso. 5000 yennis por una reproducción a escala 1:72? Para ellos, serán careros! Eso sí, he decidido que cuando sea rica me voy a comprar la que vale 900.000 yennis, que se ve el motor lateral y el interior del avión por uno de los costados….babas…babas…liiiitros de babas.

Mi conclusión sobre el museo es que si te gusta Ghibli, vayas. Si te gusta Disney, vayas. Si te gusta la animación en general y su mundillo, vayas. Es muy visual y entretenido, más interactivo que el museo Tezuka (quizás por ser de animación y no de manga y que sus películas son mucho más recientes). Lo considero una visita obligatoria para cualquier buen aficionado, y muy recomendable como curiosidad para el turista normal. Si lleváis críos, además, os puedo asegurar que se lo van a pasar genial, está hecho para ellos y estaba llenito de ellos, aunque no se hacía molesto. No hay fotos porque están prohibidas dentro, así que os dejo con lo único exterior, el Totoro taquillero y un guardián de El Castillo en el Cielo. La segunda está dedicada a los que no se creen que estoy aquí comiendo onigiris como una cerda:



Después de comer en un sukiya un gyudon con sopa de miso (cómo no, si, lo se, somos adictos xD) y tener una conversación surrealista con un vejete, intentamos seguir con el plan, pero fue un fracaso. Nuestra intención era subir a la torre Mori, un rascacielos de Roppongi desde el que se ven unas vistas de Tokyo acojonantes, pero al salir del metro nos encontramos esto:


Así que quisimos probar suerte con la torre de Tokyo, que se veía desde la zona, y nos encontramos esto:


Decidimos que no era un buen día para visitar los miradores, así que fuimos a Shibuya a hacer tiempo, ya que a las 7 habíamos quedado con Razi y Nana (sé que está a huevo, pero nada de bromas perrunas xD), coleguillas de Zumi que viven en Tokyo. El primero es el tipo con el que vino la primera vez al país y ella es una japa que se ha criado en Vallecas pero que ahora estudia aquí. Y cómo se pasan 3 horas en Shibuya? Tomando un Matcha Frapuccino (batido helado de té verde) en el Starbucks e intentando grabar el cruce de Shibuya, el más transitado del mundo mundial.


Y digo intentando porque deben de estar un poco hasta los cojones de que los gaijines (extranjeros) se agolpen en las cristaleras que dan al cruce y colapsen el pasillo del local, porque no dejaban grabar ni hacer fotos; yo lo intenté con ayuda de unos americanos que había cerca que me chivaron cuando se fué el camarero y no pude grabar un puñetero semáforo en verde entero. Y ahí estaba yo poniendo a parir al chino y a la china del delantal cuando llegaron 5 rubios caucásicos grandotes y se pusieron a hacer fotos con flash con total impunidad. Yo, claro, con cara de “qué coño es esto!?” mientras ellos seguían a lo suyo y ni rastro de los chinorris. Cuando se fueron llego un negraco con su novia rubia (no sé porqué, pero siempre llevan tías rubias al lado, por qué será?) y se puso a hacer fotos con flash también. Ahí yo, con los cojoncillos tocados como los tenía, le eché morro y le pedí que me hiciera un hueco para grabar el puñetero semáforo, y lo conseguí, aunque con flashazos reflejados en el cristal (sigh).

Entre pitos y flautas, nuestro frapuccino eterno llegó a su fin y nos largamos a Kabukichô, donde habíamos quedado con Nana y Razi. El plan era simple, beber bajo los cerezos, muy japonés, verdad? Estuvimos buscando un sitio del que le habían hablado a Nana, un canal flanqueado por cerezacos que era precioso, y nos fuimos a un conbini a por unas birras y a charlar. Deciros que el hanami, si es por la noche tiene otro nombre, Yôzakura, curioso, verdad?


Nos recorrimos el canal un buen trecho y entre risas y burradas varias nos metimos en una tasca a seguir con la fiesta, a base de raciones de yakitori, yakisoba y alguna cosa más de la que no me acuerdo, todo ello regado con cervecita. Una buena noche, y muy majos los dos, nos echamos una buenas risas. Luego, todos contentillos (unos más que otros) nos fuimos cada mochuelo a su olivo, que al día siguiente teníamos días atareados.

Sé que estábais deseosos de más entradas, pero he estado bastante ocupada y hecha polvo después de las excursiones…bueno, y se me ha roto el pc, por eso no he escrito. Pero espero poder ponerme al día antes de volver a las Españas.

EL domingo tocaba visitar el parque Yoyogi y Harajuku, conocido porque se reúnen chicos y chicas vestidos de lolitas (vestidos con volantes a lo s. XVIII blancos y negros) y disfrazados, y aunque el cielo pintaba algo negro, para allá que fuimos, valientes nosotros. Lo primero que notamos es que el tren iba petado y que había MUCHA gente. Por desgracia apenas había niñas monas para hacerles fotos, así que nos fuimos a ver el Meiji Jingu, un templo de la época del emperador Meiji (1900 mas o menos) donde los domingos se celebran mogollón de bodas tradicionales.

Da igual lo que os digan de que con suerte puedes pillar una, los domingos hay bodas, y nosotros vimos en el rato que estuvimos 5, así que ir en domingo es jugar sobre seguro.

Se accede a través de un bosque que hicieron alrededor y en el camino se pueden ver barriles de sake que son ofrendas que se hicieron. Es curioso que al emperador Meiji le gustara el vino europeo, que él mismo, para dar ejemplo a su pueblo, empezó a consumir cuando occidente se metió en el país. Decía que había que adaptarse a las cosas del presente pero sin perder el espíritu del pasado, una filosofía que claramente se puede observar en todo Japón.

Después del Meiji Jingu volvimos a probar suerte en el puente de Harajuku, y como había 1 persona más que antes, hicimos un par de fotos y nos dirigimos al parque Yoyogi, justo al lado.

Antes de entrar nos encontramos con los rockabillies, un grupo de japos que parecen sacados de Grease que todos los domingos se reúnen en Yoyogi para bailar rock del de toda la vida. Merece la pena verlos, es como transportarse a los 70, la lástima es que hay pocas mujeres, pero se mueven bien, al menos mejor que yo.



Estando en pleno hanami (celebración de la floración del cerezo), las únicas palabras que tengo para describir el ambiente del parque Yoyogi son botellón masivo. Es como una romería española, pero a lo grande y en un parque lleno de cerezos. Mola.

La zona, al estar a reventar de gente de Tokyo y alrededores hacía poco atractiva para los turistas darse una vuelta, pero nosotros, como somos asina de listos, nos metimos para allá, picando primero un pincho de carne raro muy bueno y un butaman (bollo al vapor relleno de carne de cerdo que abrasaba, pero taba rico).

Ambientazo que había, grupos de jóvenes y viejos, gente de todas las edades ahí en lonas bien distribuídas comiendo y bebiendo de buen rollo. Y sin basura tirada por todas partes! A que mola que la gente sea limpia?

Y claro, con tanta comida y bebida, a la gente le entran ganas de mear, y en los servicios había una cola grande grande, kilométrica en el caso de las chicas. Había unos chicos al lado de una de las colas tocando una canción sobre la cola del vater, que si llegabas antes a tu casa que esperando, que te meas toa mientras esperas, etc. Muy majos ellos y uno con un cajón flamenco marcando el ritmo.

Como empezaba a chispear, nos quisimos ir del parque, pero entonces experimentamos Japón en estado puro: atasco de gente y la policía regulando el tráfico humano, casi morimos, madre del amor hermoso. Casi mato a un chaval porque me empujaron y me llevé su cabeza con la mochila, no he dicho más veces sumimasen (perdón)en mi vida.

En nuestro camino para ir a comer (otra de las razones por las que nos fuimos de Yoyogi) no pudimos ir por la calle Takeshita, una muy famosa llena de tiendas de ropa gotica y de lolita, creo que lo que estaban dentro no podían ni respirar; así que fuimos por una paralela y terminamos en un Tendon Tenya comiendo tempura de nuevo.

Lo siguiente era ir a Shibuya, distrito comercial y con muchas oficinas donde los trabajadores salen a tomar algo después del curro, y conocido sobre todo por poseer el cruce más transitado del mundo. Estuvimos flipando con las pantallas de alta definición con sonido en los edificios de alrededor del cruce y después intentamos hacer fotos a la estatua de Hachiko en una de las salidas del metro. Apenas le saqué un primer plano, estaba lleno de chinos tocando los cojones. Y no pude hacerme foto con él, sentimientos a flor de piel y pérdidas recientes me hicieron salir pitando de ese maldito lugar (sabía que eso pasaría).

Estuvimos buscando el Mandarake (tienda enorme de varios pisos de figuritas, juegos y cosas de anime y manga) sin conseguirlo, en cambio, encontramos un Book Off (tienda de segunda mano con buenos precios) y Zumito pilló los tomos que le faltaban de 20th Century Boys; yo no tuve tanta suerte, los artbooks fueron imposibles de encontrar y no encontré los 5 primeros tomos de 3×3 Ojos (el resto los tenían, sigh). Cansados de marear la perdiz y de no encontrar Mandarake, volvimos al hotel, donde nos fuimos a un restaurante de sushi de esos que van los platitos en una cinta y tu los vas cogiendo, que se llaman kaiten sushi. La verdad es que estaba buenísimo y eso que le ponían a los pescaditos pegotes de wasabi y que pedíamos cosas normalitas, nada de excesos (excepto el toro o ventresca de atún, comida de dioses que se deshace en la boca).


De postre encontramos una crepería al lado del Don Quijote y yo tomé un crepe de nata y chocolate y Zumito uno de choco y trocitos de almendras. Y llenísimos como estábamos, nos dimos una vuelta por los recreativos del Don Quijote y volvimos al hotel a morir un rato.

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